El domingo pasado estábamos paseando tranquilamente mi mujer y yo a mi perro Andy por unas plazoletas con césped en Lanús, el barrio donde vivo. Ya volvíamos a casa cuando de repente la mala suerte se cebó en mi.
El nivel del césped estaba igualado por toda la plazoleta, lo que no dejó ver que en uno de los extremos había un tremendo agujero en el que introduje mi pie con toda la saña que mis más de 100 kilos me permitieron, produciendo un esguince de tobillo que me tiene con la pata en alto allí por donde paso.
Afortunadamente solamente es una torcedura, ya que fui al hospital a hacerme una radiografía y no aparecía ninguna rotura de huesos.
09 mayo 2007
¡Esguinzado!
Etiquetas: Yo mismo
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