Parece mentira cómo la distancia puede potenciar las cosas.
Ayer domingo me levanté a las 7:30 de la mañana para ver a la selección de baloncesto, después de no haber pasado una buena noche del viernes al sábado. Quizá en cualquier otro momento de mi vida me hubiera levantado para ver los dos últimos cuartos o incluso el final del partido... pero no, lo vi enterito (en realidad y para ser franco fue desde los primeros 5 minutos). Eso ya demuestra que algo ha cambiado desde mi exilio voluntario.
Ganamos con comodidad y no festejé los puntos tanto como cuando jugamos contra Argentina, partido que nos costó sangre, sudor y lágrimas ganar. El partido contra grecia fue cómodo.
Lo curioso del caso fue cuando vi la bandera amarilla y roja mientras sonaba el himno de España. No pude contener las ganas de ponerme de pie y se me puso la piel de gallina como nunca antes me había sucedido con mi bandera.
Ahora entiendo lo que siempre contó mi padre sobre que se iba a llorar debajo de la bandera española en la embajada cuando estaba en un país extranjero.
En España, por desgracia, la bandera es símbolo de franquismo y no algo que une a la gente como ocurre aquí, en Argentina. Aquí la bandera es algo que une a cada ciudadano que nació y se siente de este país, sea de la facción política que sea y tenga el pensamiento que tenga. En España no ocurre así, ya que si alguien pega su bandera en el coche o la cuelga en el balcón en una fecha que no sea festiva, le tildan de fascista, franquista o, como mínimo, de alguien de derechas, como si la bandera fuera una exclusividad de este tipo de gente.
La verdad es que yo no me he sentido más conmovido por ver mi bandera ondear como ayer y lo triste es que para ello me he tenido que ir de mi país.
Seguiremos informando. Corto y cierro.
04 septiembre 2006
Mi bandera
Etiquetas: Reflexión
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01 septiembre 2006
¡Estamos en la final!
Después de una final de infarto, por fin España ha llegado a la final del mundial de baloncesto. Lo que no pudieron conseguir los chicos del fútbol lo han conseguido Gasol y compañía.
Es complicado ver un partido con tantas expectativas entre dos selecciones, teniendo el corazón con una y el cuerpo en el país de la otra. Se vive mucho más intensamente, ya que sabes que si pierdes van a estar riéndose de ti y si ganas te van a mirar con cara de perro. Obviamente prefiero que me miren con cara de perro y poder chulear de la victoria.
La mala noticia es que el domingo me va a tocar levantarme a las 7:30 de la mañana, pero bueno... luego dormiré la siesta y listo.
¡¡Animo España!!
Etiquetas: Deportes
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